martes, 3 de noviembre de 2009

SCORPIO RISING (Kenneth Anger 1964): Un primer acercamiento al cine queer

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“Uno de los filmes underground más influyentes, esta epopeya de 29 minutos despliega su titulo y el nombre del director con clavos de adorno en la espalda de una chaqueta de cuero negra de motero, y luego presenta una serie de éxitos del pop de finales de los cincuenta y principio de los sesenta (como ‘Devil in Disguise’ de Elvis Presley, ‘My Boyfriend´s Back’ de los Angels, ‘Hit the Road, Jack’ de Ray Charles) de imágenes rodadas sobre todo en un garaje de motos de Brooklyn. Imágenes de fetichismo romántico llenan la pantalla: cuero negro, brillantina y grasa, torsos desnudos, cromo reluciente, juguetes y motos, imágenes de cómics y películas (fotogramas de James Dean, descartes de Marlon Brando en la película ¡Salvaje!, de 1953), anillos e insignias, y jóvenes musculosos con tejanos ceñidos y gorras picudas.

Sin Scorpio Rising, Martín Scorsese no habría utilizado música pop en Malas calles (1973), David Lynch no habría descubierto las inquietantes corrientes subterráneas de la canción ‘Blue Velvet’ de Bobby Vinton (que también se utiliza aquí) y las películas de acción no incluirían montajes homoeróticos de los héroes ciñéndose las armas. Lo más controvertido, hasta el punto de promover acciones legales, es la ingeniosa pero provocativa yuxtaposición deliberada del ‘He´s a Rebel’ de Cristal con metraje intercalado de una versión de escuela dominical de La vida de Cristo, lo cual propone la idea herética, cuando no sacrílega, de que los discípulos eran una alegre banda juvenil gay dedicada a derribar el orden establecido, al tiempo que la letra de la canción proporciona una lectura sorprendentemente parecida a un sermón (‘No hay razón para que no le dé mi amor’).

La obra continúa al son del ‘Party Lights’, de los Ron-Dells, mientras la vida de Cristo se intercala con el tipo de walpurgisnacht con motoristas provistos de esvásticas homenajeada más tarde por Roger Corman en Los ángeles del infierno (1966). Como sucede con todas las películas de Kenneth Anger, lo mágico no se halla muy lejos, con un esqueleto cubierto de púrpura que representa la Muerte.

Sin embargo, se trata de una obra mucho menos críptica que la mayoría de sus trabajos, accesible a un nivel de MTV en su demostración de que las canciones no han de ser interpretadas ante la cámara (como en el musical de Hollywood clásico) para integrarse en el contexto del cine. Pueden ser ilustradas, rebajadas y engrandecidas por imágenes apropiadas, e incluso inadecuadas.”

Reseña de Kim Newman. En: 1001 libros que hay que leer antes de morir (Steven Jay Schneider.- 2006. Edit. Grijalbo. p. 430).