sábado, 19 de diciembre de 2009

Disertaciones en torno a “lo queer” y las leyes del deseo (2da EVALUACIÓN)

La particularidad del movimiento queer, radica en la búsqueda de liberar los mecanismos del deseo, de desmenuzar a aquello que podríamos llamar como leyes del deseo y que finalmente pueden ser opresiones heredadas o impuestas como resultado de nuestra formación moral o religiosa por parte de la familia, la educación, la sociedad en general. Es también un movimiento extremo y radical, que en última instancia parece contener el germen del anarquismo

Ahora bien ¿Cómo entendemos el deseo? Preguntamos: el deseo esta regido por leyes naturales o tal como plantea la “teoría queer” las identidades sexuales son productos histórico-sociales que podrían ser suprimidos. Aún cuando el movimiento queer, en última instancia, busca una reivindicación pero al mismo tiempo una diferenciación contradictoria al margen de lo normal (una autocomplacencia en el hecho de estar “al margen”). Pero más allá de sus contradicciones y posturas radicales y un tanto alienadoras (cuando irónicamente buscan “desalienar”), encontramos lo que se considera su mayor valor: la desmantelación de las categorías sexuales, que a fin de cuentas son producto social.

La sociedad fundamenta leyes complejas e insondables en torno al deseo que varían según la época, según la persona y según la sociedad. No son leyes que requieran una constitución o una serie de libros con palabras complicadas por las que se retuercen lujuriosamente los abogados en su dialéctica masturbatoria, que sólo a ellos les complace; se trata de herramientas por las cuales queremos dominar nuestra humanidad natural y salvaje, acuerdos tácitos en relación a posturas maniqueas (“Esto es bueno”; “Esto es malo”) y que parecen formar parte del inconsciente colectivo.

Para algunos, quizás más de los que debieran y muchos más de los que se atreverían a reconocerlo, el deseo está restringido, encadenado a nociones puritanas basadas en el asco o en la creencia de que el sexo es una cosa vana y vacía, o que debe ser visto únicamente como medio de reproducción, la única herramienta por la que es posible la prosecución de la especie humana. Para otros el deseo es una invitación a poseer y ser poseído, un culto al placer de un instante prolongado, el camino obligatorio para el exceso. Vaciado de cualquier sentimiento el deseo viene a estar ligado con relaciones de poder, basadas en selección y acumulación. Calidad y cantidad.

Algunos encuentran en el deseo limitaciones, mientras otros descubren libertades absolutas en la que se logra comprender que la ley del deseo es que no hay leyes. Cuando el espectro de posibilidades se amplia logras comprender mucho mejor el funcionamiento del cuerpo, la sensación de la carne, la comunión con la vida y el ardor de la sangre. Claro, que depende de cómo veas al mundo que te rodea, si como semejantes o como objetos, esa libertad podrá ser equilibrada o corrupta.

Las leyes del deseo, por más restricciones que se le impongan, siempre pueden ser quebrantadas, violadas o corrompidas de alguna manera, o por un instante, o debido a una persona específica en algún momento dado. Las identidades sexuales vienen a formar parte de decisiones personales (influidas por la educación, la moral, la genética etc) de que ley quieres que tu cuerpo obedezca; pero finalmente es absurdo, porque el deseo es cosa de la naturaleza y como toda fuerza natural es inasible, incontrolable e indómita; y siempre existirá la posibilidad de que esa naturaleza domesticada, dormida en dulce calma pueda agitarse violentamente e imponer su voluntad, su libertad primigenia.

Algún día comprenderemos que no necesitamos leyes que rijan el deseo, sino una voluntad consciente de las responsabilidades de desear y ser deseado (y de consumar tales deseos), pero que acepta abiertamente todo lo que implica su naturaleza humana, sin renegar de ella. Y puede que el movimiento queer sea un primer paso para la liberación de la conciencia.

GUILLERMO LÓPEZ MEZA

No hay comentarios:

Publicar un comentario